Sahara, Crónica 7ª. Cómo acabar en prisión.

070 copia Desde la entrada vi los fortines antaño españoles que había  venido a fotografiar. Estaban abandonados. Algunos en mal estado y cerca de instalaciones militares marroquíes muy vigiladas. Esta ciudad está plagada de cuarteles. El caqui se confunde con los vestidos multicolores de las mujeres ondulados por el viento. Cientos de soldados andan en bicicleta pasando una mili tediosa y gratuita. Es una ciudad militarizada. Parece que la razón son las islas Canarias. Según Franco para defenderlas, según Mohammed VI para tomarlas. La invasión se me antojaba inminente. En realidad es porque hace dos años hubo enfrentamientos polisarios donde murió mucha gente. Cuando yo llegué el ambiente seguía caldeado…

Al día siguiente, con miedo, intenté retratar los fortines españoles. Un par de ellos no me dieron problemas pero el tercero estaba cerca de un cuartel en cuyo interior asomaban unos paneles de radares gigantescos. Tenía que pasar con la moto a medio kilómetro de sus muros fortificados. En Marruecos no te puedes ni acercar a una base militar. A veces fotografiar un hospital público es motivo de que un urbano increpe. El Sahara occidental es zona en permanente tensión con el frente Polisario. Las cosas tampoco van en Mali con su guerra civil islamista y no se hablan con Argelia. Yo además soy español y por tanto sospechoso. El soldado de la garita me veía. Calculé que el jovenzuelo cansado de no hacer nada allí arriba, deseoso de pasar su servicio sin complicaciones, no tocaría la alarma porque pasaba de largo a quinientos metros. Cuando tenía el cuartel casi superado se abrieron las puertas principales de la base y salió un camión militar todoterreno con lona y empezó a pitarme.

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Desde lo alto de uno, se ven los demás. Observese al fondo a la derecha.

No habrían salido a por mí expresamente, más bien lo comandaría un sargento a por algún asunto rutinario. Pero me vieron y empezaron a tocar la bocina. Me hice el tonto y continué conduciendo campo través, pero insistieron con el claxon. Tuve que parar. El camión se detuvo en su camino lo más cerca de mí. Se bajó un suboficial con galones y otro más joven que le guardaba la espalda.

-Es zona militarizada, usted no puede pasar, debe haberse perdido- dijo. Fue amable. Fingió creer que andaba extraviado, para darme una salida verbal fácil.

-Busco pistas de tierra para la moto-mentí. No podía contarle que pensaba fotografiar fuertes militares españoles.

-Por aquí no, como usted busca la ciudad, es por allí- insistía en que me había perdido, el muy gentil.

Total que me di media vuelta y me escoltaron hasta la ciudad.

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Lo más cerca que pude estar,

Cuando les di esquinazo. Probé otra táctica. Rodeé la ciudad e intenté entrar por el norte. No pude llegar a este tercero. Pero hice de lejos la foto que se ve. Se observan los radares y el fortín.

Sin título-1 recuadro radares

Ampliada la anterior. Se observa el fortín a un lado y los radares al otro. Si me enganchan con estas fotos, no me libro.

Luego me topé con el cuarto y el quinto. También cerca y por detrás de otro instalación guerrera en funcionamiento. No había nadie en las garitas traseras así que pude hasta meterme dentro y subir al torreón. Hice un video chorra reivindicando el Sahara español.

De regreso al hotel, el portátil no funcionaba. Podría perder todo el material. Había copiado la carpeta en otro directorio por 095seguridad. Pero como estaba roto el sistema operativo, tampoco podía acceder a ella. No caí en hacerlo en un pendrive. Vaya faena, escribir aquí sin fotos ni videos. Lo que no grabes no existe. Dos semanas en África y todo perdido. Busqué una tienda  de venta de ordenadores.  Pudieron recuperar la carpeta, aunque no lo de la cámara del casco. Debían instalar el Windows. Como no estaría hasta por la tarde y el hotel costaba otros 35 euros, salí a dormir la siesta al desierto. Me preparé el sombrajo de la foto. La noche la pasaría en la tienda de campaña para ahorrar dinero. En el Sahara occidental está prohibido dormir al raso. Más que nada por los problemas que les causas a ellos si te pasa algo.

Al de vuelta a la ciudad por la tarde cometí el mayor error de mi vida. Y eso que mi promedio de estupideces es ya superior a la media nacional.

Al entrar en El Aaiún hay dos controles policiales, uno de la “gendarmerie royale”, y otro de no se de quién. Más allá otro con prismáticos radar para poner multas. ¡Y me quejo de España! Aquel segundo control tenía sus metralletas y los pinchos en el suelo. Yo los había pasado el día anterior y fueron simpáticos. Pensé que serían los mismos compadres por lo que no me pararían. Que guay tener para mi pagina un video chuli, un HALTE GENDARMERIE en francés y en árabe.

Por eso accioné la cámara del casco antes de pasar el segundo, cuando el agente con gorra y chaleco fostorito no miraba.

Me dio el alto y ordenó que parase el motor.

La luz roja de REC no se ve con la brillantez del desierto. Pero sin el run run a motor parado, sí se oye el “beep” para encendido y el “beep beep” de apagado. Preguntó en francés:

-¿Está grabando?-

-No, está apagada, no tiene batería-mentí.

-¡Enséñemela!-ordenó.

-Como que hago trucos de magia, aproveché al quitarme el casco para apagarla. Se oyó un “beep beep”

-Ve señor estaba apagada, así se enciende “beep”, y así se apaga “beep beep”. Le expliqué mentirosillo de mí.

-Para entonces el gorras sabía ya como funcionaba. Había oído los “beep beep” al quitarme el caso. Me había pillado en una mentira. Más vale haberle dicho que estaba grabando un camello y se me olvidó apagarla al llegar al control. Pero ya era tarde para eso.

-¡Es un delito, pasaporte y acompáñeme!- dijo autoritario.

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Escalera de hierros por donde papa subía al torreon a vigilar que los moros no se les colasen en el Aaiúm.

Me metió en un cuartucho donde presidia una mesa ajada con un termo de té en el suelo. Había una metralleta en la mesa y una libreta escolar donde apuntaban en árabe lo que fuese. Llamó por radio. Una hora más tarde y a punto de que cerraran la tienda de informática, aparecieron en coche tres tipos con estrellas en el hombro. Parecían oficiales de carrera. Serenos y educados pero muy inquisitivos con la mirada y gesto sabedor de que podría ser grave el asunto. El gorrilla les explico el caso. Y ellos me ordenaron:

-Enséñeme lo grabado-

-No puedo porque no tiene pantalla. Necesito el portátil que está casualmente roto… – les contesté abriendo la tapita trasera y señalando la conexión micro usb.

-¿Qué hace usted aquí?-

-Verá llegué ayer para hacer pistas de tierra. Pero se me ha roto el ordenador y tengo que recogerlo ahora. Luego pensaba irme ya hacia España.

-¿En qué hotel paso la noche?-

-Pues no me acuerdo, sorry… – Ni me acordaba porque era un nombre árabe.

-¿En qué tienda tiene el ordenador?-

-Es que no me he fijado, está en la misma calle que el hotel…-

Se les  notaba cada vez mas extrañados. Vaya explicación. Cámaras que no muestran lo grabado si no hay ordenador que además no llevas… ordenadores rotos que tampoco sabes decir donde lo reparan… hoteles inexistentes de tan solo ayer… hasta a mí me sonaba sospechosa esa historia. Y tanto entrar y salir del Aaiún….

-¿Donde va a pasar esta noche?-

-En el desier…, digo… estoooo…. que me voy a quedar en el mismo hotel…-

-¿No dice que no se acuerda?-

-…bueno sí, pero me parece que sabré llegar…-

Hasta ese momento el interrogatorio con los oficiales de las estrellas, pensaba que lo más que me iba a pasar era que me quitasen la memoria de la cámara. O una multa si es delito consumado, como efectivamente era.

Entonces me di cuenta de mi verdadera situación. En la cámara de fotos que llevaba en la maleta, tenía las tomas de los cuarteles españoles y la foto de los radares marroquíes. Si me registraban estaba perdido.

EN SERIO.

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Unos de los fortines. Se observa el nido de ametralladoras.

Aquellos agentes de medio rango, no me dejarían marchar. Me pasarían con alguna autoridad y luego un juez decidiría. Ya no era grabar con la camarita un control chusquero, sería clara la acusación de espionaje. Puede que creyesen mi versión verdadera de que era un tema personal hacer fotitos a fortines abandonados, porqué papá hizo la mili allí. Pero pude que me cayesen diez años por espionaje. En el mejor de los casos pasaría semanas en un calabozo hasta que alguien decidiese.

De mientras la gorrilla esperaba respuesta por radio de si estaba en alguna lista de fugitivos. Se recostaba en su silla con los brazos en la nunca. Satisfecho del tanto que se iba  a apuntar ante sus superiores. Hasta una medalla a lo mejor le daban, por cazar un espía.

Me buscaron una silla vieja con respaldo rota, coja y polvorienta. Me pidieron que me sentara. Llevaba una hora de pie. No sé si por cortesía o como diciendo: “no te muevas de ahí”. Yo tenía un nudo en el estomago y el gaznate reseco.

037 copiaAlgún uniformado de menor nivel me preguntaba que si me gustaba Messi, o que cuanto corría la moto y que costaba. Que poca sensibilidad. Como cuando enfermeras te meten en el quirófano consciente, camino del matadero, hablando ellas de sus cosas.

Quizás si me levantaba como para ir a buscar agua a las maletas de la moto, pudiera tocar la cámara y sacar la memoria de los fortines. Luego tragármela, o que se yo. Puede que solo mirasen la cámara, en vez de mi cuerpo y todas las maletas. Pero si no pensaban registrarme y me veían trasteando entonces sí me inspeccionarían.

No me atreví a jugármela.

Hasta ahora no era más que una camarita funcionando a la vista de todos, pegada a un casco, en un control por un motorista español con pinta de guarro que se había pasado de listillo, o que realmente antes del puesto se olvidó hacer el “beep beep” de los cojones.

033 copiaAl rato largo, mientras luchaba contra la moscas en aquella silla, llego otro de paisano. Ropa de marca y pulcro. Me dijo que si hablaba español, francés, inglés o alemán. Como dando a entender que los dominaba todos. Los demás le trataban con respeto y formalidad exquisita. Hasta el gorrilla se había puesto derecho. Estaba claro que era instruido en colegios de pago extranjeros. El máximo responsable en toda la zona. Me levanté para estrecharle la mano que pausadamente extendió. Para acabar de rematar la faena ya solo me faltaba caerle mal.

Otra vez las mismas preguntas.

Se pusieron a hablar entre ellos mientras miraba el pasaporte y lo cotejaba con mi careto sudoroso, despeinado y polvoriento de la siesta al raso arenoso. Parecía un criminal fugitivo en lugar de un turista despistado.

La radio sonó, hablaron en árabe y luego entre ellos otra vez.  Se habían juntado al menos ocho tíos de rango, y tres coches policiales por mi culpa.

El pulcro y culto me devolvió el pasaporte con una sonrisa y me dijo:

-Puedes irte-

– Gracias. ¿Qué hay del delito?-

-Nada hombre, no hay nada. Pero no vuelvas a grabar más un control.

-Gracias, una pregunta: Tengo que pasar por aquí en media hora con el ordenador. ¿Habrá algún problema?

-No te preocupes. Ve por donde quieras.

El gorrilla no se enteró porqué no hablaba cervantino. Pero cuando vio que me soltaban su cara era puro fastidio. Se le escapaba la presa. Puede que un ascenso que le evitaría estar mascando polvo en aquel control de mierda, hasta el fin de sus miserables días.

En la tienda de informática no acababan de configurarlo. Todavía el corazón acelerado esperaba mientras memorizaba lo ocurrido para no perder el menor detalle y luego contarlo aquí. Además barruntaba sorprendido lo cerca que estuve de joder mi vida para siempre.

En estas que se me acerca un joven delgado y alto que entró a preguntarme:

-¿Esa moto es tuya, español?-

-Sí-

-Te pararon en el control ¿verdad? La policía te está siguiendo, aunque no todo el rato, van y vienen para que no te des cuenta- informó con altivez.

El informático que ya habíamos tomado tés juntos y éramos amigos, se levantó muy serio y saliendo tras el mostrador, con un gesto autoritario le gesticuló para que se largase, sin mirarle. Al tiempo me indicaba que ni le hablase.

-¡Yo soy del frente Polisario!- dijo el joven muy digno, a la par que la puerta se le cerraba en sus morros.

Le devolví una expresión incrédula, que realmente sentía.

-No le contestes. Con esta gente es mejor ni hablar- me explicó el informático -solo te buscará problemas-.

Desde el interior de la tienda se veían unos militares de verde con un camión apostados, y en otra esquina otros dos agentes de azul con tres coches patrulla. Solo me faltaba que siendo ya sospechoso de espionaje, me viesen hablando con uno terrorista Polisario.

Quería salir de allí a la voz de ¡Ya! De noche y con el portátil largándome,  tuve que pasar el mismo control. El gorrilla me paró de nuevo sorprendido.

-¿A dónde vas a estas horas, no te quedabas en el mismo hotel?- dijo en francés. Otra vez vamos a empezar, pensé.

-Ir  a Tarfalla, hoteles caros aquí. Señor.- le contestaba en inglés.

-¿Donde está la cámara?-

-En el bolsillo, no las saco más hasta España, por lo menos. Señor-

-Borra lo que grabaste. Yo no quiero salir. Tener cuidado, es anochecido- En el fondo de todo lo que le preocupaba es que pusiese su imagen en internet.

-Sí, gracias señor-me largué del Aaiúm como el que se fuga de Alcatraz.

Me adentré con la luna muy alta en el desierto hacia el norte por la carretera, camino de Tarfalla. Las luces de un choche me siguieron un rato, puse el intermitente derecho y aminoré acercándome a la cuneta. El vehículo misterioso dudó, luego puso el izquierdo y me adelantó lentamente. No pude ver quién iba. Cuando lo perdí de vista, busqué un camino de tierra. Me metí en él y apagué el motor para que el faro no delatase mi posición. Puse la tienda gracias a la luna medio llena. Ya dentro, me quedé dormido sentado en el colchón inflable sin ni siquiera quitarme la ropa. Estaba agotado en lo físico y mental. El frío me despertó y a tientas me metí en el saco.

Era mejor que una prisión

Más fotos:

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16 pensamientos en “Sahara, Crónica 7ª. Cómo acabar en prisión.

  1. Olga

    Tuviste mucha suerte…no la lies más…jajaja..
    Las fotos muy majas…y la moto una preciosidad..
    saludos

  2. Anónimo

    al final te fuiste a Marruecos sin parar a por la cervecita

  3. Anónimo

    Una gran aventura,que envidia!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

  4. En hora buena, una crónica muy guapa, me has hecho hasta sufrir XD.
    Ahora a de más de la policia ya tienes otro que te sigue, el menda ;).

  5. Belenchu (alias Pingo en otro foro)

    Estas fotos son impresionantes, me gustan mucho!!
    Leyendo tu relato, me he acordado de la película «El expreso de medianoche», un clásico, sobre el calvario de un americano preso en una cárcel turca hasta que consiguió escapar…
    Suerte!! :)

    • Yo también he recordado esa película. La diferencia es que él pasó droga a propósito. Pero yo lo hice sin mala intención. No me di cuenta del lío hasta que me vi detenido y la memoria en la maleta llena de fotos cuartelarias.

      Saludos

  6. Anónimo

    lo sigues haciendo…. en una de estas no sales y ya veras por donde te va a salir la aventurita

  7. Anónimo

    Jajajaa, esta si que es buena! Pero que susto! Menos mal que acaba bien.
    I

  8. Muy bonito todo y muy chulas las fotos, pero si alguna vez me pierdo por allí que no me busquen …
    (Andate con ojo que alguna vez te vas a meter en un lio serio!) UN ABRAZO

    • Hace ya tres días de lo del control y todavía tengo la seensación de que me siguen. Y las fotos publicadas en internet estando yo en Marruecos aun. Quizás sigo haciendo el idiota.

      Saludos

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